viernes, 15 de noviembre de 2019

¡Qué poca madre!

Jesús Rojas Rivera
Politólogo

Este es un tema muy grave, hablemos con fundamentos, con objetividad y sin suposiciones. La Comisión Nacional de los Derechos Humanos recibió a su nueva Presidenta, se llama Rosario Piedra Ibarra y su elección provocó la más severa crisis en la institución de la que tengamos memoria.

La Comisión Nacional es un organismo autónomo, descentralizado, con personalidad jurídica y patrimonio propio. No depende de nadie, salvo para el nombramiento de su titular, facultad que recae en el Senado de la República. Tiene como objeto central atender las violaciones a los derechos humanos de las personas en el territorio nacional cuando éstas sean imputadas a instituciones o servidores públicos de carácter federal.

Y desde la definición de su objeto es que podemos entender la importancia de su imparcialidad. Por ello el artículo 9no de la Ley de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos puntualiza como requisito: “no desempeñar, ni haber desempeñado cargo nacional o estatal en algún partido político en el año anterior a su designación”.

Rosario Piedra Ibarra es una militante de Morena, que habla y elogia en cada oportunidad al titular del Ejecutivo Federal que será objeto de su escrutinio y observación en su desempeño. Rosario no puede representar a las víctimas y a los vulnerados siendo una militante activa e integrante del Consejo Nacional de Morena, el órgano máximo de decisión en el partido del Presidente. Ahí el incumplimiento de la norma.

Aun sabiéndose impedida legalmente, decidió participar y no renuncio. Por eso los jaloneos, las bataholas y los desmanes en la acalorada sesión de Senado en esta semana. Ya antes había sido electa pero la confusión en el número de votos dio margen a la reposición del procedimiento. Ganó la propuesta de Andrés Manuel, pero perdió México.

Dentro de las facultades de la CNDH está la de perseguir por denuncia o conocimiento las omisiones y actos de ilegalidad violatorios de derechos humanos dell Gobierno Federal, emitir recomendaciones y realizar informes sobre torturas, tratos crueles, inhumanos o degradantes que la autoridad ejerza directa o indirectamente contra las personas. Sin olvidar su importantísima facultad para presentar acciones de inconstitucionalidad. En suma, la CNDH es el órgano de control que tenemos contra los abusos de la autoridad federal, las Cámaras, gobernadores y legislaturas locales.



En esta visión simplista de las cosas y la poca relevancia que le da la “cuarta transformación” a las instituciones del país, el riesgo para la democracia es alto. Lo es porque nos estamos quedando sin contrapesos, estamos rompiendo los equilibrios institucionales que son parte fundamental para mantener el orden entre los poderes y evitar los abusos.

En vista de este atropello y golpe a la credibilidad de la CNDH, cuatro consejeros presentaron su renuncia al organismo autónomo en protesta del nombramiento ilegal de Rosario. Seguramente los consejeros que sustituirán a los que se marcharon, llegarán de la mano con Piedra Ibarra y seguramente, también serán de Morena. Cumpliéndose así el control total y absoluto de la Comisión.
Pero si algún iluso o idealista, tenía dudas sobre el papel servil que desempeñará la nueva titular de los Derechos Humanos. Bastaría con analizar su primer posicionamiento sobre la violencia contra los periodistas, negando que en el gobierno de su líder político se tengan registros de homicidios contra comunicadores.

Para ella y su estupidez; Rafael Murúa de Baja California, Alejandro Márquez de Nayarit, Diego García y Nevith Condés del Estado de Mexico, Edgar Nava y Erick Castillo asesinados en Guerrero, Jorge Ruiz de Veracruz, Rogelio Barragán ultimado en Morelos, Norma Zarabia acaecida en Tabasco, Francisco Romero “Ñacañaca” de Quintana Roo, Telesforo Santiago de Oaxaca y Santiago Barroso en Sonora, o no están muertos o no fueron periodistas caídos por el ejercicio de su labor informativa. ¡Qué poca madre la suya¡ Luego le seguimos…

viernes, 8 de noviembre de 2019

Arde el Congreso; Graciela, prendida con alfileres

Jesús Rojas Rivera

Politólogo
¡Comuníqueme con el Gobernador!. Era imperante que se enterara de lo que sucedía en el Congreso, la Presidenta de la Junta de Coordinación Política estaba bajo ataque de su propia tribu, como cuando militaba en el PRD, a cuchillo y navaja, pleitos internos que buscan el control y el poder de la bancada más grande y la Junta de Coordinación Política, donde se dan las negociaciones de lo verdaderamente importante.

Comenzaron a circular titulares en los principales medios; “tumban morenistas a Domínguez”, “destituyen a Graciela”, “cambian a líder de bancada mayoritaria”. Catorce firmantes iniciales que notificaban a la Presidenta de la Mesa Directiva del Congreso, Gloria Imelda Félix: “Hemos coincidido mayoritariamente, que la Coordinación del Grupo debe recaer en una mujer con honestidad, capacidad, juventud, don de gentes y amor por Sinaloa, como la Dip. Cecilia Covarrubias González”. Se declaraban la guerra, era un motín en el barco, una insubordinación de los marineros que querían tomar el timón.

De inmediato se notificó al Gobernador y al Secretario General de Gobierno, trataron de hacer control de daños pero la información fluía casi al mismo tiempo que las notas. Como siempre, falló el enlace con el Legislativo, no alcanzaron a ver el iceberg, no hubo tiempo de maniobra, se estrellaron de frente y se sacudió el Congreso.

Comenzaron las llamadas, los jaloneos y las coacciones, los estira y afloja obligatorios cuando se rompe el paradigma. ¿Quiénes firmaron? ¿Quién los mueve? ¿Cómo que no los pudieron controlar? Para recibir ayuda, Graciela tenía que pedir el favor completo, hablar claro y hacer lo que se hace en momentos de crisis, llamar a los aliados vengan de donde vengan.

Ríos Rojo, secretario general del Congreso, iba de aquí para allá, pensativo, meditabundo. Alegatos con los jurídicos que tropezaban en las respuestas, ya les habían avisado de la posibilidad del motín pero desestimaron, creían que los sublevados no se animarían y se animaron. ¿Es legal o no es legal? ¿Cómo revertimos las acciones? Nosotros no nos vamos a ir, dijo firme la oriunda de Chametla. 

Enl cancha de Cecilia, lideresa de bancada por cinco horas, se festejaba el golpe con cautela, sabían que vendría la respuesta y sabían también que había firmantes de lealtad temblorosa. Dieron el madruguete, pegaron primero pero les faltó contundencia, eran 14, pero al paso de las horas comenzaron a ser menos. La historia de este País nos ha demostrado, en muchos pasajes, que los espantadizos con la candela se doblan. Comenzaron las llamadas, comenzaron las “retractaciones”.

En menos de tres horas, cuatro legisladores se desistieron y pidieron bajar su firma del documento original: José Antonio Crespo, Florentino Vizcarra, Alma Rosa Garzón, y la española Francisca Abelló. Si desconoce los nombres no se preocupe, son grises de cuerpo entero. ¿Qué les dieron? ¿Qué les dijeron? ¿Cómo acordaron dar marcha atrás? ¿Por qué les duró tan poquito su palabra?

Durante la tarde de ayer dos diputadas se decían coordinadoras del grupo parlamentario de Morena. Cecilia Covarrubias y Graciela Domínguez, ambas se declaraban legítimas jefas de bancada. La primera con la carta de separación firmada por 14 legisladores y la segunda con cartas de “retractación” de cuatro de esos 14.

Hasta la hora en que se termina de escribir esta columna, Graciela Domínguez es la virtual presidenta de la Junta de Coordinación Política porque así lo reconoce la Dip. Gloria Imelda Félix, quien tiene un solo jefe y esa orden le dio. Pero Graciela tiene muy complicado el panorama, sobre todo el nacional, porque al sostenerse de los alfileres ajenos, rompió los hilos con varios aliados en Morena, perdió el control de la bancada y se confrontó con los que simplemente no se dejarán coordinar; los de la 4T en el Congreso de Sinaloa están en pie de guerra. Luego le seguimos…