viernes, 17 de junio de 2016

El éxodo de las montañas sinaloenses

O P I N I Ó N
                                                                                                                 Jesús Rojas Rivera

Sepa usted amable lector que en Sinaloa hay hombres y mujeres que dejaron todo para salvar sus vidas y las de sus hijos. Los desplazados de la sierra viven mañanas y tardes negras, del mismo color de la noche cómplice de su exilio. La guerra ha sido siempre el factor de las grandes migraciones, la gente tiene miedo a morir y sale de sus casas, deja sus animales, sus cultivos y sus tierras para salvar la vida. ¿Cuántos son? nunca se determina, ¿A dónde van? nunca se sabe con certeza.

Sinaloa ha vivido el complejo fenómeno de los desplazamientos humanos por violencia desde hace varias décadas, la sierra guarda historias inimaginables de hombres, mujeres, ancianos y niños que se han visto forzados a dejar sus comunidades ante la inseguridad.

La Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos recalca la importancia de velar por los derecho de las personas desplazadas partiendo del reconocimiento de los principios rectores de la ONU, que respecto al desplazamiento interno por violencia los define como: “... personas o grupos de personas que se han visto forzadas u obligadas a escapar o huir de su hogar o de su lugar de residencia habitual, en particular como resultado o para evitar los efectos de un conflicto armado, de situaciones de violencia generalizada, de violaciones de los derechos humanos o de catástrofes naturales o provocadas por el ser humano, y que no han cruzado una frontera estatal internacionalmente reconocida”. Categoría adecuada a nuestros desplazados.

En Sinaloa se deben aplicar de manera inmediata los protocolos de acción para garantizar los derechos de los desplazados por violencia. Los Estados deben responsabilizarse por sus acciones u omisiones que generan el desplazamiento interno.

Según la jurisprudencia de la Corte Interamericana sobre los Derechos Humanos, en razón de la complejidad del fenómeno del desplazamiento interno y de la amplia gama de derechos humanos que afecta o se ponen en riesgo, y en atención a las circunstancias de especial vulnerabilidad e indefensión en que generalmente se encuentran los desplazados, su situación puede ser entendida como una condición de facto de desprotección.

Desde el momento en que la autoridad tiene conocimiento de desplazamientos por violencia, se deben garantizar las atenciones de las y los ciudadanos en condiciones de máxima vulnerabilidad. En el mismo ánimo de inmediatez, se debe proceder al recuento del número de desplazados, para generarles a todos condiciones de salud, alimentación, vestido, resguardo temporal y estabilidad psicológica, en lo que se restablece la paz y el orden que permita el retorno a sus lugares de origen.

Desafortunadamente, la lucha de los desplazados es también con los gobiernos que pretenden minimizar los casos. En México algunos funcionarios del gobierno, de manera irresponsable, culpan o han llegado a culpar a los habitantes en exilio de tener vínculos o ser parte del conflicto que motivó su desplazamiento, contraviniendo los principios generales de los tratados internacionales en la materia.

Debemos tener claro que los desplazados son víctimas y como víctimas no pueden ser culpados de los actos que atentan contra sus derechos. Desde este pequeño espacio hago un llamado a solidarizarnos y condolernos con las familias de Badiraguato en su éxodo para salir de la zona de guerra. Muchas voces sin sustento califican a los habitantes de la sierra sinaloense como personas violentas dedicadas exclusivamente a las actividades ilícitas. Están equivocados, quien escribe ha tenido la fortuna de estar y conocer la sierra de Sinaloa y puedo decirles que en su gran mayoría, los pobladores de las montañas son gente buena, amable y digna, que comparten lo poco que tienen y trabajan duro para vivir con humildad y con decencia.

Desde allá arriba el mundo se ve distinto, he aprendido mucho de ellos, los desplazados son también hijos de México que hoy dejan su tierra para salvar su vida. Lejos de juzgarlos deberíamos abrazarlos y exigir que impere el orden para que puedan regresar a vivir en paz a la tierra que tanto aman. Sobre los hombres que dejan su tierra para no ser alcanzado por las balas, Mario Benedetti expresó: “Este exilio de algún modo nos da la ocasión de comunicarnos con otros pueblos. De apreciar hasta qué puntos esos pueblos ejercen prácticamente la solidaridad. Nos da la ocasión de sentirnos partícipes de sus problemas, de sus limitaciones, de sus realizaciones, de sus luchas y pienso que todo esto va a ser muy importante cuando llegue el momento de nuestro regreso”. Luego le seguimos...

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