viernes, 10 de junio de 2016

El pueblo que marchó por dignidad

O P I N I Ó N

                                                                                                          Jesús Rojas Rivera

Soy de Escuinapa, ahí nacieron mis padres y mis abuelos. Mi lugar natal es un pueblito pequeño al sur de Sinaloa que tiene 54,000 habitantes que representan apenas el 2 por ciento de la población del estado, es uno de los municipios con menores índices de desarrollo humano en la entidad. Allá, más de la mitad de su población es pobre 50.1 por ciento, el 35.1 por ciento de las familias carece de los servicios básicos en sus viviendas, mientras que ese índice en Sinaloa está por debajo del 16 por ciento. Soy oriundo de un municipio olvidado y marginado, pero lleno de gente buena, trabajadora, honesta y sobre todo valiente. Gente que no se enmudece ante la injustica, ni deja de soñar con un futuro más digno y mejor.

La historia que me une con mi pueblo no es distinta a la de miles de familias que salen de ahí para buscar “futuro”, como toda localidad marginada el pueblo le da alas a sus hijos. No sé qué tiene nuestro terruño que hace que nunca perdamos el vínculo con él, mis padres me enseñaron a amar a mi pueblo y a respetarlo como mi casa, me enseñaron a entender su complejidad y a nunca sentir vergüenza de mi origen. Cuando era pequeño, mi madre me leyó algunas historias de El “Güilo Mentiras” la obra maestra de Dámaso Murúa y entendí entonces que también en la pobreza las letras se abren camino. 

El 5 de junio pasado los ciudadanos de mi pueblo fueron a las urnas, votó el 56 por ciento de los electores, cifra digna de presumirse en una elección marcada por el abstencionismo. Si algo tenemos los escuinapenses es cultura política para entender el valor sustantivo y la importancia del voto. Por eso en nuestro municipio las alternancias en el Gobierno son frecuentes y nos jactamos orgullosos al decir que fue en nuestro pueblo donde el PRI se enseñó a perder, porque aquí le dimos las primeras lecciones sobre democracia electoral efectiva.

Los resultados de la elección del domingo fueron muy cerrados, la gente votó en amplia mayoría en contra del PRI, pero lo hizo por dos opciones que salieron muy parejas en los primeros cómputos. Acción Nacional y Movimiento Ciudadano prácticamente empataron en segundo lugar, ante este escenario, en un arrebato irracional y demostrando muy poco oficio político, el candidato del PRI con un mínimo margen, con tan solo el 62 por ciento de actas computadas, salió a declararse ganador indiscutible de los comicios y ahí fue donde “se despertó el gigante”.

El proceso electoral fue desaseado, de 84 casillas instaladas más de 20 presentaban irregularidades graves, muchas de ellas no se acompañaban de actas y los representantes de partido opositores al PRI hacían mención de que los funcionarios de casilla no habían sido bien capacitados, particularmente en la parte del escrutinio al presentarse en la boleta un candidato común por los partidos de Nueva Alianza y PRI. Hubo votos que se contaron doble, además de otras irregularidades que corren aún en las causas legales.

Ante este escenario de irregularidades e incertidumbre electoral, la ciudadanía decidió protestar, lo interesante es que los miles de ciudadanos que tomaron las calles no pedían el reconocimiento del triunfo del candidato de su simpatía, sino para tener resultado que dieran certeza.

Mis paisanos marcharon por las calles para exigir lo que merecen, nunca me había sentido más orgulloso de mi pueblo. Los abusos del mal Gobierno, la mediocridad del órgano electoral municipal y la soberbia del candidato del PRI dieron vida a una gran movilización social llamada “Por la democracia y la dignidad”. Esta lucha no ha concluido, la seguiremos en los tribunales porque estamos convencidos que ley imperante es el camino de la democracia para la resolución de los conflictos, no hemos dejado, ni dejaremos de creer en las instituciones. 

Este ejercicio democrático no pretende ganar en la calle lo que no se refleje en las urnas, no es una lucha por el poder político, este movimiento pacífico y reflexivo es para dejarles muy claro que no somos ciudadanos de segunda, que merecemos respeto como los que más y que los principios electorales de legalidad y certeza son para cumplirse. Nos tienen marginados y relegados, ahí están los números del CONEVAL, los malos gobiernos se han robado mucho, pero nunca nos pondrán de rodillas y mucho menos nos robarán la esperanza. Este movimiento social que nace en una coyuntura post-electoral es para recordarle al mundo que los escuinapenses tenemos dignidad y que las cosas pueden cambiar con la participación cívica dentro de las instituciones. Luego le seguimos...

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