viernes, 21 de agosto de 2015

Nuestros muertos pobres

O P I N I Ó N 
                                                                 J E S ú S   R O J A S   R I V E R A 


El mundo no ha cambiado mucho desde 1961, no mucho entre los pobres. En ese año Oscar Lewis publicó un ensayo etnográfico que causó un verdadero escándalo en la clase política nacional por la oportuna crudeza con la que dibujaba la otra cara del "milagro mexicano". Lewis habló de la pobreza de siempre; la que ayuna, enferma, duele, imposibilita y mata. 

En ese mismo año, un chileno universal llamado Pablo Neruda le escribió al pobre, al muerto pobre. Le reconoció las virtudes de los santos; la abnegación al mal venidero, la humildad del que poco tiene, la sumisión ante el poder establecido y la firmeza en la adversidad. Ese infortunio de origen que se convierte en destino, anclaje social y cadena irrompible. Valdría la pena preguntarnos ¿Cuántos pobres ha parido la pobreza desde entonces? 

Lewis y Neruda coinciden en que el pobre es pobre desde que nace hasta que muere. "Desde el obispo hasta el juez" se han puesto de acuerdo en admirarlos pero no atenderlos. En hacer elogios a quien padeció en vida los pesares de la necesidad, pero aguantó como ninguno la condena de la desigualdad, a quien trabajó toda su vida para mal comer, mal vestir, mal educarse, mal vivir, pero de entre todos sus males, se preparó para bien morir. Morir pobre, pero en gracia. 

Neruda dijo que el cielo está lleno de "pobres pobres", muertos en la esperanza de encontrar allá lo suyo. "Nuestro pobre que lleva, por fortuna, sesenta años de hambre desde abajo para saciarla, al fin, como se debe". Según el Programa Mundial de Alimentos de la ONU, 805 millones de personas en el mundo padecen hambre. La nutrición deficiente es la causa de muerte de 3.1 millones de niños al año. Según el Coneval el 45.5 por ciento de la población en México presenta algún nivel de pobreza. 

En la zona sur de nuestro País desigual, la pobreza hizo nido en Guerrero, Veracruz, Oaxaca y Chiapas, estados donde se presentan los números más alarmantes de las evaluaciones sobre desigualdad. Los pueblos más pobres de entre pobres tienen nombre, se llaman Cochoapa el Grande, está en Guerrero y ahí el 82.6 por ciento de su población le falta todo; Se llama San Simón Zahuatlán, está en Oaxaca y ahí 80.8 por ciento de los habitantes sufren el rigor la pobreza. Se llama San Juan Cancuc, está en Chiapas y el 80.5 por ciento de los que viven ahí están en la carestía total. 

Los gobiernos no han podido con la pobreza, según convenga la agrupan o la disgregan en estúpidos datos. A) Si es pobre que come, pero no estudia. B) Si es pobre que come pero no posee. C) Si es pobre que no come, no posee y no estudia. D) Si es pobre que come pero no se nutre. F) Si se educa y posee pero no se nutre. Y así continúe hasta agotar las variables. 

Mientras nos ponemos de acuerdo en cómo se debe "medir la pobreza", acompañemos al pobre al cementerio. "Ahora nos damos cuenta que cargamos con lo que no le dimos, y ya es tarde: nos pesa y no podemos con su peso". No podemos esperar a que el gobierno lo solucione, es un asunto muy importante para dejarlo solo en manos de políticos. 

Hoy debemos dar a nuestros muertos pobres un minuto de reflexión, no de silencio. Sumemos voluntades, demos lo necesario para cambiar con un poco de voluntad, los destinos de la pobreza. Hagámoslo no para ganarnos el cielo, sino para darles la oportunidad de que ellos se lo ganen, no por su condición de pobre, sino por el llevar de sus acciones y decisiones como humanos. Sean estas letras en memoria de Efraín, un niño sinaloense y todos los demás que no debieron morir de hambre. Luego le seguimos...

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