viernes, 26 de mayo de 2017

¿Evaluación a Quirino?

OPINIÓN

                                                                                                                   Jesús Rojas Rivera

Me preguntaba un amigo, dueño de un medio de comunicación en Sinaloa, sobre el tiempo pertinente que debe transcurrir para hacer una evaluación de un Gobierno o gobernante. Sin duda al hacerme la pregunta estaba pensando en Quirino Ordaz Coppel. ¿Cuándo evaluar? ¿Qué evaluar? y ¿para qué evaluar?, fueron las preguntas generales de esa tarde de café.

Los gobiernos, mejor dicho, las administraciones públicas se miden con base en resultados de las gestiones, y/o por la percepción de aprobación o rechazo de los gobernados. 

Son cosas distintas que sirven para asuntos diferentes. Al evaluar una estructura gubernamental no es lo mismo la evaluación de resultados, que la evaluación de los procesos, incluso hay evaluación de la implementación y bueno, prácticamente todos los momentos de una administración se pueden evaluar. La pregunta que le regresé fue en ese momento: ¿Para qué lo quieres evaluar?

Poco a poco descubrí que el tema de la evaluación a la que se refería mi amigo no era propiamente la valoración a las políticas públicas o a los procesos formales de la toma de decisión gubernamental. Le dije que todos los procesos de evaluación tienen como objetivo la mejora, pero para poder evaluar a un gobierno lo primero que deberíamos tomar en cuenta es el parámetro de medición, y que eso se construía en función de los alcances de los planes. “Para poder decir, esto está bien en función de tal meta, esto está mal en función de no cumplir con tal objetivo”. Difícil sería medir algo si no tenemos claro contra o respecto a qué lo vamos a comparar.  

Aclarado el punto, la plática se centró en otro tema que es muy diferente a la llamada “evaluación de la administración por resultados”, asunto que es más de las teorías contemporáneas de la Administración Pública que de la Ciencia Política.
Me dijo: “Quiero saber qué piensa la gente del Gobernador, si confía en él o no. Si a juicio de los ciudadanos ha hecho bien las cosas o le ha quedado a deber a sus gobernados. Quiero saber qué piensa el sector obrero, campesino, las clases más desprotegidas, los empresarios y el círculo rojo. Quiero saber con cuánto califican sus primeros meses de Gobierno porque tengo la teoría de que este gobernante va a salir muy mal librado de su encargo, porque no da una”.

Entendí perfectamente que lo que mi amigo buscaba no era propiamente una evaluación sino un estudio de opinión sobre la aceptación o rechazo del gobernante. Que evidentemente es un asunto propio de los politólogos porque tiene que ver con legitimidad, gobernanza y gobernabilidad. Que no es un asunto menor, ni cosa fácil explorar, menos en un momento convulso de inestabilidad y violencia.

Le sugerí dos empresas que hacen estudios profundos sobre percepción gubernamental, una que firma en Guadalajara y otra en la Ciudad de México. Me ofrecí a presentarle a dos expertos, pero le anticipé lo que siempre he dicho a todos mis amigos que se aventuran a explorar la “opinión ciudadana”: las encuestas tienen dos caras, una siempre responde lo que quieres escuchar y la otra siempre deja duda sobre la validez del modelo empleado. 

La hipótesis que plantea mi amigo no es descabellada, yo la considero probable, pero antes de “cantarla” la debemos probar con las debidas métricas. El empresario dice que Quirino va muy mal, que se encamina a ser uno de los gobernantes con mayores rechazos en la historia de Sinaloa, que puede configurarse un escenario igual o peor al de Enrique Peña Nieto, lo que configuraría una catástrofe electoral para el PRI en 2018.

Habría que probar con números que los tropiezos de Quirino lo están llevando a un camino de rechazo popular, a una temprana espiral de caída de la cual será muy difícil salir avante. Yo no puedo asegurar sin una herramienta cuantitativa que a Quirino no lo quieren los sinaloenses, eso sería prematuro, pero puedo asegurar y así lo hago, que nuestro gobernador si no toma con fuerza el timón del barco, no tendrá nave donde mandar. Si tuviera que decirle con sinceridad y respeto dos cosas al gobernador, yo le diría de politólogo a gobernante: que el poder es para ejercerse, la ley para cumplirse y el gobierno para poner orden y paz. En un estado trémulo por la inseguridad como el nuestro, simplemente no caben los tibios. Luego le seguimos…

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