Jesús Rojas Rivera
Me
preguntaba un amigo, dueño de un medio de comunicación en Sinaloa,
sobre el tiempo pertinente que debe transcurrir para hacer una
evaluación de un Gobierno o gobernante. Sin duda al hacerme la pregunta
estaba pensando en Quirino Ordaz Coppel. ¿Cuándo evaluar? ¿Qué evaluar? y
¿para qué evaluar?, fueron las preguntas generales de esa tarde de
café.
Los
gobiernos, mejor dicho, las administraciones públicas se miden con base
en resultados de las gestiones, y/o por la percepción de aprobación o
rechazo de los gobernados.
Son
cosas distintas que sirven para asuntos diferentes. Al evaluar una
estructura gubernamental no es lo mismo la evaluación de resultados, que
la evaluación de los procesos, incluso hay evaluación de la
implementación y bueno, prácticamente todos los momentos de una
administración se pueden evaluar. La pregunta que le regresé fue en ese
momento: ¿Para qué lo quieres evaluar?
Poco
a poco descubrí que el tema de la evaluación a la que se refería mi
amigo no era propiamente la valoración a las políticas públicas o a los
procesos formales de la toma de decisión gubernamental. Le dije que
todos los procesos de evaluación tienen como objetivo la mejora, pero
para poder evaluar a un gobierno lo primero que deberíamos tomar en
cuenta es el parámetro de medición, y que eso se construía en función de
los alcances de los planes. “Para poder decir, esto está bien en
función de tal meta, esto está mal en función de no cumplir con tal
objetivo”. Difícil sería medir algo si no tenemos claro contra o
respecto a qué lo vamos a comparar.
Aclarado
el punto, la plática se centró en otro tema que es muy diferente a la
llamada “evaluación de la administración por resultados”, asunto que es
más de las teorías contemporáneas de la Administración Pública que de la
Ciencia Política.
Me
dijo: “Quiero saber qué piensa la gente del Gobernador, si confía en él
o no. Si a juicio de los ciudadanos ha hecho bien las cosas o le ha
quedado a deber a sus gobernados. Quiero saber qué piensa el sector
obrero, campesino, las clases más desprotegidas, los empresarios y el
círculo rojo. Quiero saber con cuánto califican sus primeros meses de
Gobierno porque tengo la teoría de que este gobernante va a salir muy
mal librado de su encargo, porque no da una”.
Entendí
perfectamente que lo que mi amigo buscaba no era propiamente una
evaluación sino un estudio de opinión sobre la aceptación o rechazo del
gobernante. Que evidentemente es un asunto propio de los politólogos
porque tiene que ver con legitimidad, gobernanza y gobernabilidad. Que
no es un asunto menor, ni cosa fácil explorar, menos en un momento
convulso de inestabilidad y violencia.
Le
sugerí dos empresas que hacen estudios profundos sobre percepción
gubernamental, una que firma en Guadalajara y otra en la Ciudad de
México. Me ofrecí a presentarle a dos expertos, pero le anticipé lo que
siempre he dicho a todos mis amigos que se aventuran a explorar la
“opinión ciudadana”: las encuestas tienen dos caras, una siempre
responde lo que quieres escuchar y la otra siempre deja duda sobre la
validez del modelo empleado.
La
hipótesis que plantea mi amigo no es descabellada, yo la considero
probable, pero antes de “cantarla” la debemos probar con las debidas
métricas. El empresario dice que Quirino va muy mal, que se encamina a
ser uno de los gobernantes con mayores rechazos en la historia de
Sinaloa, que puede configurarse un escenario igual o peor al de Enrique
Peña Nieto, lo que configuraría una catástrofe electoral para el PRI en
2018.
Habría
que probar con números que los tropiezos de Quirino lo están llevando a
un camino de rechazo popular, a una temprana espiral de caída de la
cual será muy difícil salir avante. Yo no puedo asegurar sin una
herramienta cuantitativa que a Quirino no lo quieren los sinaloenses,
eso sería prematuro, pero puedo asegurar y así lo hago, que nuestro
gobernador si no toma con fuerza el timón del barco, no tendrá nave
donde mandar. Si tuviera que decirle con sinceridad y respeto dos cosas
al gobernador, yo le diría de politólogo a gobernante: que el poder es
para ejercerse, la ley para cumplirse y el gobierno para poner orden y
paz. En un estado trémulo por la inseguridad como el nuestro,
simplemente no caben los tibios. Luego le seguimos…
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