martes, 29 de julio de 2014

De reformas políticas y otras ficciones

De reformas políticas y otras ficciones

Jesús Rojas Rivera/ Politólogo.
jesusrojasriver@gmail.com /Twitter: rojasriverjesus /Facebook: Jesús Rojas

Viernes 11 de abril de 2014

Intentar hacer un análisis sobre las reformas políticas obliga a la revisión escrupulosa de las instituciones y las constituciones, es decir, al entramado que da forma al Estado. Me refiero a lo que el politólogo italiano Giovanni Sartori, llama la ingeniería constitucional, pilar del poder público.

Todo aquel que busque hacer un estudio más o menos serio de las reformas políticas, deberá identificar al menos tres elementos fundamentales: el origen de las reformas (quien las promueve), los fines que persiguen las  mismas y los medios seguidos para aprobarlas. De la precisión y profundidad de las respuestas, dependerá que tan a fondo se logre llegar en el análisis.

Las reformas políticas deben entenderse más allá de las modificaciones legales y constitucionales. Son procesos complejos, muchas veces acompañados de verdaderos cambios de paradigma. La mayoría de las reformas políticas de fondo y efectivas que se registran a través del tiempo, provienen de cismas históricos, fracturas de la continuidad del sistema de instituciones, que por falta de legitimidad, de ineficiencia o por disfuncionalidad con el sistema político prevalente, dan paso a cambios trascendentales.

Los ejes principales de las reformas políticas tienen que ver con  el régimen de gobierno, el régimen electoral y el sistema de partidos. Si las iniciativas o los cambios pretendidos no contemplan y logran modificaciones sustanciales en los mencionados puntos rectores, se puede hablar de todo, menos de reforma política.

Según Manuel Alcántara Sáez profesor de Ciencia Política, en la Universidad de Salamanca, la “ola democrática” por la que caminan muchos gobiernos en América Latina ha planteado a los gobernantes “reinventar” las instituciones, “transparentarlas” y “ciudadanizarlas”. Suponiendo una mejora sustancial en los resultados de los gobiernos.

En realidad y de fondo, lo que busca este movimiento “democratizador” es la legitimación del gobierno ante los ciudadanos. La ineficiencia gubernamental propia de las incipientes democracias, obliga a compartir pequeños espacios para la reflexión de los problemas públicos, lavar culpas de incapacidad y replantear esquemas para la mejora sustancial de la gestión de la cosa pública.

Resulta interesante observar las reformas políticas planteadas desde el Poder Ejecutivo y no desde el Poder Legislativo. El Presidente o los Gobernadores al proponer reformas políticas van más allá de sus facultades administrativas siguiendo el postulado de la “ola democratizadora”, demostrando que no todo marcha sobre ruedas, que los resultados no son los esperados.

Luego entonces, los gobernantes remiten culpas contra ese entramado institucional obsoleto, anquilosado y pernicioso que no genera incentivos para el crecimiento y el cambio. “Si el gobierno está fallando; es en realidad culpa del diseño institucional que tiene el modelo de administración pública vigente”. Es, según los expertos, el mensaje en tono de excusa que mandan los gobiernos cuando pretenden encabezar “grandes cambios” o “reformas estructurales” en las instituciones de un Estado  o entidad federativa.

Los cambios verdaderamente efectivos en la reforma política no surgen necesariamente desde el poder político detentado en el Ejecutivo. Surgen más bien de la discusión y demanda de grupos organizados en temas tan diversos como la complejidad de la sociedad que las promueve. Surgen también desde la oposición responsable en los postulados de los partidos políticos diferentes al gobernante, de las minorías representadas en las cámaras, y de la pluralidad de las demandas históricas incumplidas.


Una reforma política notable y trascendental no suele negociarse en desayunos o pactarse en la mesa de un brunch dominical. Se construye más bien gracias a la congruencia de los actores políticos que la impulsan y la firmeza en la solución de las demandas que se persiguen. Las reformas de alcance histórico son procesos de discusión, negociación y compromiso que se dan entre actores políticos no subordinados al mando que las convoca. Se dan en el verdadero ejercicio de la división de poderes, en el sagrado contrapeso que garantiza la democracia. Luego le seguimos. 

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