Jesús Rojas Rivera/Politólogo.
Viernes 6 de junio de 2014
La ciudad se llena de tragamonedas,
la autoridad federal persigue, la municipal se corrompe. Hace días llamó mi
atención un grupo de jóvenes ludópatas vestidos con uniformes escolares de
bachiller, que alegremente se divertían apostando en una máquina tragamonedas
en conocida y céntrica colonia de la capital.
Esperé y observé, mientras ellos
depositaban diversas cantidades que, conforme se elevaban las apuestas sus
emociones, gritos y algarabías hacían lo propio. La diversión era contagiosa,
la juventud suele envolver en sus bullas y bromas a quienes observan sus
lúdicas actividades.
Las apuestas y los juegos de azar
tienen reglamentación clara. En México la norma que regula dicha actividad
tiene rango de ley, se llama Ley Federal de Juegos y Sorteos y prohíbe las
apuestas; cosa que en Culiacán se permite con la corrupta complacencia y
permisividad alcahueta de las autoridades municipales.
En dicha Ley queda estrictamente
prohibido los jugos de azar y juegos con apuestas, de total certidumbre las
maquinitas tragamonedas que se encuentran por toda la ciudad son ilegales,
salvo las permitiditas por la Secretaria de Gobernación en lugares
acondicionados para tales fines mismos que cubren las características de un
Casino.
Posterior al evento de los
jóvenes apostadores, puse particular atención en mis recorridos por las calles
de Culiacán. No es una exageración asegurar que prácticamente en todas las
colonias del municipio existen máquinas tragamonedas a la vista de usuarios y
autoridades.
Mi curiosidad me llevó a
preguntar a los dependientes de varias tiendas
de abarrotes, donde existen las mencionadas máquinas de apuestas, sobre el
funcionamiento del negocio. En palabras llanas coincidieron en que es un esquema 40-40-20.
Cuarenta por ciento de las apuestas acumuladas para el
dueño de las máquinas, cuarenta para el dueño
del local y veinte para los “permisos” de la autoridad municipal.
Coincidieron también en que las autoridades federales las incautan, se las
llevan confiscadas pero no cierran los comercios o locales, solo aperciben a
los dueños de no tener dichas máquinas en sus negocios por ser ilegales. El
artículo 8 de la Ley Federal de Juegos y Sorteos, dice que la autoridad federal
clausurará todo local abierto o cerrado donde se efectúen juegos prohibidos que
no cuenten con la autorización legal correspondiente.
Los riesgos de los juegos de azar
están en los vicios que se generan socialmente, la ludopatía es un impulso irreprimible
de jugar y correr apuestas, donde el único ganador será el dueño de la maquina
tragamonedas cuya programación generalmente entrega el del 5 al 10 por ciento de
lo depositado, en rangos aleatorios.
La ludopatía es un riesgo social,
encierra círculos de violencia y crisis económicas en las familias. Según la
Organización Mundial de la Salud, el 20 por ciento de los ludópatas tienen
tendencias suicidas y el 90 por ciento de los que presentan dicha enfermedad, dilapidan
el patrimonio de sus familias. Se calcula que en México la ludopatía crece de
manera acelerada y alarmante, las autoridades están obligadas en atender jurídicamente el tema. La permisividad y la corrupción no es un asunto menor.
Los dueños de las maquinas
prueban suerte en diferentes ciudades. Poco a poco, dentro de un plan bien
definido, dejan sus aparatos en diversos municipios de México, donde encuentran
el cobijo de la autoridad municipal se instalan y trazan complejas redes de
operación. Contactan a funcionarios públicos y ofrecen dinero, mucho si “jala”
bien el negocio.
Todo este modus operandi fue documentado en un caso lamentable en la
municipalidad de Tonalá, Jalisco. Allí, el
Alcalde Jorge Vizcarra fue desaforado para enfrentar la acusación de la PGJE de
Jalisco por su presunta participación en el
asesinato de Carlos Romo Guízar, director de Mejoramiento Urbano del municipio
en 2007.
El móvil del crimen fue la operación ilegal de máquinas
tragamonedas, y en la averiguación previa se describen las formas de operación
y los alcances económicos que tienen los promotores de estos
juegos de azar. Tonalá en 2006 y 2007 se convirtió en un casino, entonces allá,
como hoy acá, era común observar las maquinas por toda el municipio. El afamado
contrabandista de Chicago, Al Capone dijo en sus memorias; “Es claro que en los
negocios de los vicios los gobernantes corruptos siempre ganan millones, porque
para trabajar con millones, no podemos hacerlo a escondidas de la autoridad”.
Luego le seguimos.
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