Jesús Rojas Rivera
Viernes 1 de agosto de 2014
El
columnista Aarón Sánchez rector de la Universidad de Occidente escribió en sus
“Ideas para el Cambio” una interesante opinión sobre el teorema de Baglini, que
habla del comportamiento de los políticos respecto a la cercanía al poder.
Sánchez nos expone el teorema cuya tesis central afirma que "el grado de responsabilidad de un partido o de
un político es inversamente proporcional a su distancia respecto al poder”.
El teorema
afirma que los políticos y los partidos se
comportan institucionales, respetuoso de las instancias y busca argumentos que
justifiquen, a toda costa, las acciones gubernamentales, siempre que estén
cerca del poder. Si, por el contrario, están lejos, los actores políticos se
comportan como críticos progresistas, asumen la defensa de las causas populares
y se muestran dispuestos a promover alianzas con fuerzas políticas antagónicas
entre sí.
Sobre lo
dicho, no terminan de convencerme los postulados. Para aceptar el
teorema de Baglini, debemos estar de acuerdo en que son los políticos o los
partidos quienes se mueven en el escenario público bajo sus lógicas del poder.
De entonces en su intrínseca valoración, deciden tomar la vía de las
instituciones o confrontarse con ellas para marcar su cercanía o a su distancia
al poder político.
Sin afán de complicar, creo que
no son los individuos o los partidos quienes de forma unilateral toman esas
decisiones. El estudio del comportamiento de las elites aporta al debate la
posibilidad de entender el fenómeno desde una perspectiva social, histórica y
regional distinta. Según Birle en su libro “Las Elites en América Latina” los
elementos elitarios están presentes en la toma de decisiones de todo ente
público. Son, según el autor, indispensables e inevitables en las relaciones
del poder político.
En las ciencias, en la Economía,
en la Administración, en los medios de comunicación, en la Iglesia y claro en
la política, existen grupos de poder que no participan de manera presencial o
directa en los procesos formales de las instituciones, pero ejercen influencia
y poder sobre las decisiones de los políticos y de los partidos políticos. En
este sentido Baglini limita su modelo a entender la decisión del actor y no su
circunstancia, o mejor dicho, no las influencias que pesan de manera íntima,
sobre él o los actores en cuestión.
Las aportaciones del politólogo
italiano Gaetano Mosca ayudarían a entender las posturas de las que Baglini
habla. Para Mosca las decisiones de poder político le pertenecen a un grupo
restringido de personas que monopolizan los espacios públicos. Estas elites dan
apertura y permiten las expresiones de grupos diversos de la sociedad dentro de
sus controles y dominios, legitiman la acción en procesos democráticos, pero
mantienen el poder institucional y meta-institucionalmente. Las decisiones de
los actores políticos que describe Baglini en su teorema, no se sujetan al
individuo sino a los intereses que persigue la elite que lo respalda,
independientemente de la postura ideológica que pregone.
El sociólogo francés Vilfredo Pareto
también nos aporta en esta discusión para aproximarnos al comportamiento de los
que mandan y los que obedecen. En una descripción a manera de fábula, Pareto
afirma que los hombres que buscan el poder son como leones y zorros, los leones
tienen la fuerza para tomar el poder pero no la astucia para gobernar, mientras
que los zorros tienen la astucia para ejercer el poder pero están a merced de
la fuerza de los leones. Los zorros son
la clase política que maniobra, opera, se mueve, discute, acuerda,
cambia de posturas y de ideologías para mantenerse en el poder. En ese sentido,
si los zorros se alejan de la institucionalidad o no, no tiene mayor
importancia en tanto que están jugando un rol para la subsistencia en la escena
pública.
El tema que se propone cobra
vigencia en Sinaloa cuando se dibuja en un futuro próximo la sucesión del
gobernador. Las opciones son en realidad limitadas y previsibles, ante la
fuerza que cobra un partido político con el respaldo del gobierno federal y una
oposición incapaz de articularse, tendiente a una mayor fragmentación de sus menguados liderazgos. Si
la oposición no se agrupa ni toma con responsabilidad su
papel, no quedará otra opción que administrar la derrota. Luego le seguimos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario