viernes, 29 de agosto de 2014

Consultitis

J E S ú S   R O J A S   R I V E R A 
Viernes 29 de Agosto de 2014

Y de pronto, por cosas de la moda y las ten­dencias en política, las consultas ciudadanas se volvieron populares, de uso común entre los partidos políticos. Hoy, esas instituciones públicas generalmente cerradas al diálogo con los ciudadanos, opacas en sus finanzas internas y celosas de su escrutinio público, abren la puerta a una figura jurí­dica de reciente creación: la Ley de Consulta Popular publicada en el Diario Oficial el 14 de marzo de este año.

Jean-François Prud´homme escribió un interesante ensayo publicado en los cuadernos de divulgación de la cultura de­mocrática del entonces Insti­tuto Federal Electoral, se titula "Consulta Popular y Democra­cia Directa".

Presenta un breve recorrido por la evolución de la democra­cia, parte de la Grecia clásica y nos sitúa en el pensamiento político moderno. Este proceso evolutivo nos propone la dis­tinción de dos connotaciones opuestas de las formas de par­ticipación política, obligatorias para entender el asunto de las consultas populares.

Democracia directa y demo­cracia participativa, ahí está el centro de la discusión en el tema de las consultas populares, para el autor, votar o decidir sobre un tema de "interés nacional" sólo se puede dar en una comunidad donde predomina una cultura oral de deliberación, donde el nivel de burocratización sea ba­jo y el sentido del deber cívico muy alto, en ese sentido, el autor suma la necesidad del ciudada­no en el acceso a información oportuna y de calidad para to­mar una decisión respecto a lo que se discute.

Entre otros Canadá, Estados Unidos, Suiza, Francia y Gran Bretaña tienen mecanismos avanzados de consulta popular, son modelos complejos, puli­dos en la historia, en su cultura política, en la formación de sus ciudadanos, en la protección de las minorías, la limitación de la demagogia, los abusos del poder político, la estabilidad de las de­cisiones públicas y el equilibrio entre la participación y la gober­nabilidad.

El remedo mexicano no es ni en fondo, ni en forma, cercano al ideal que pretende; nació en el marco de un pago al compro­miso político que el Gobierno federal sostuvo con la izquierda. Es la concesión de un capricho, que permite la incorporación de un modelo electivo que se deja, de nuevo, en manos de los partidos políticos y no de los ciudadanos.

Y ahí los tenemos, la izquier­da consultando sobre la refor­ma energética con preguntas de elemental respuesta, preguntas reducidas, como ¿Está usted de acuerdo en que suba la gasolina?

Del otro lado la derecha y su consulta por la dignificación del salario mínimo, ¿Está usted de acuerdo con que suba el salario mínimo? Pregunta abusiva que apuesta a la desmemoria del ciu­dadano, que pretende hacernos olvidar que tuvieron dos sexe­nios para proponerlo y actuar en consecuencia.

Y por último, el partido en el Gobierno, buscando la reducción de los curules que ellos inventaron, satanizando a los diputados plurinominales como si fueran esos legisladores el pilar del descrédito en la Cámara de Diputados. Sa­bedores que en el juego de las sumas y restas, la disminución de diputados plurinominales y la eliminación de los sena­dores de partido les garantiza un proyecto de continuidad política con una opo­sición limitada a su mínima expresión.

Estoy de acuerdo con los mo­delos de participación ciudada­na y la consulta popular, pero de esas que se hacen en serio, las que buscan resolver asuntos de fondo. El problema del costo de los combustibles no se solu­ciona con la consulta energéti­ca, el problema de la economía familiar de los mexicanos no se soluciona con el aumento al salario mínimo, y el problema de la eficiencia legislativa no se resuelve eliminando a los pluri­nominales.


Fe de erratas
En la columna de la sema­na pasada, su servidor empleó mal un concepto. Los medios de comunicación no pueden violentar derechos humanos, estrictamente son las figuras de autoridad las únicas que violen­tan los derechos de los ciudada­nos. Debí decir en todo caso que; en los asuntos mencionados, los medios de comunicación comenten agravios contra los individuos, mismos que pue­den ser constitutivos de delito. Siempre agradeceré la opinión de usted amable lector. Luego le seguimos. 

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